Tírame piedras y mátame,
deja que las plantas beban mi sangre.
Mírame a ciegas e hidrátame
con la saliva que notaría al besarte.
Tápame el Sol con tu sombra,
por encima de todas las otras,
tus noches me dejarán imperturbable
como el silencio del vuelo de sus aves.
Colúmpiate, no te levantes,
que hasta que las cosas no cambien,
tu cuerpo y yo seremos lindantes;
pero tú no serás bruja porque a mí me encantes.